Producción simbólica del sanchismo

Por Emilio Barreto Ramírez

El discurso público del sanchismo tiene como principal recurso la producción de símbolos, signos y sistemas de representación de lo público con el objetivo de motivar puntos del comportamiento individual y colectivo que den paso al establecimiento de una cultura de subversión de las tradiciones dominantes. La producción simbólica del gobierno de Pedro Sánchez se enfoca en el ámbito de lo intangible: sobre la base de una especie de zaga de formulaciones y prácticas que rozan lo contracultural, esto es, la intención de dinamitar los valores tradicionales. Todo ello para revertir la cultura que décadas atrás había sido gestionada con buena voluntad y con la intención de readaptar socialmente a un país que desde hace mucho ha fundado una historia y una cultura entre las más fuertes de la civilización occidental.

Las prácticas culturales del sanchismo constituyen lo que en España solemos llamar, acaso demasiado empíricamente, "cortinas de humo": un término que tal vez le confiera al discurso del Presidente del Gobierno una connotación demasiado efímera, por estar sujeto a circunstancias muy puntuales. Apenas Pedro Sánchez anuncia una medida, o alguna acción, la oposición se apresta a definirla como una cortina de humo para tapar segundas y hasta terceras intenciones. En eso no le falta razón a Alberto Núñez Feijóo. Pero cuando a un gobernante se le señalan repetidas cortinas de humo, entonces es sensato explorar los contextos de humareda para tomar conciencia de que se trata en realidad de una estrategia procesual, cuyo sostén es el discurso público que deslegitima emblemas de toda clase para endosarle a la sociedad una nueva construcción simbólica dentro de la cual se quieren emancipar, hasta la perpetuidad, esas segundas y terceras intenciones. El escenario escogido por Sánchez es el ideal: la esfera pública.

Piquito para una investidura

Casi a mediados de 2023, Pedro Sánchez disolvió las Cortes y convocó a elecciones generales anticipadas. Esos comicios los perdió ante Alberto Núñez Feijóo, líder del PP, quien se alzó con 137 escaños en el Congreso de los Diputados; a Sánchez el electorado le confirió 121. Durante la etapa de los debates de investidura, el grueso de la opinión pública -los medios ubicados en el centro y en toda la derecha- fue bastante severo con la posibilidad de que un derrotado en los comicios tuviera la posibilidad real de presentarse a un debate de investidura y conseguir ser investido presidente del gobierno, tal y como sucedió meses después. Sánchez sabía que para el hervidero contestatario de un curso político recién iniciado en septiembre de 2023 -luego del profundo letargo en el cual se sumen las instituciones españolas durante todo agosto-, la única receta eficaz era la identificación de un acontecimiento que opacara la condición de perdedor en las urnas. El acontecimiento en cuestión fue El beso de Rubiales, facilitado por la coalición de izquierdas famélicas con las cuales Sánchez llegó a conformar una legislatura frankenstein.

El sexo destilado mediáticamente continúa arrastrando más multitudes que el fútbol.

El beso de Rubiales fue un piquito insignificante solicitado por Luis Rubiales a la futbolista Jenny Hermoso. Rubiales era entonces la máxima autoridad del fútbol español organizado. Aquel beso fue impulsado por las feministas de Podemos hasta el paroxismo: catapultándolo incluso a los tribunales. A Sánchez le vino perfecto, entre otras cosas porque sabe que el sexo destilado mediáticamente continúa arrastrando más multitudes que el fútbol. Tanto es así que la avanzada inquisitorial y frenética de Podemos terminó por achicar en las sombras -hasta la disolvencia- lo que con seguridad habría sido lo más preciado para la identidad nacional española durante 2023: la primera Copa del Mundo traída a casa por el equipo femenino de fútbol. El acontecimiento no solo quedó condenado a la inopia, sino que, por si fuera poco, el director técnico triunfador, luego de cuatro años de ininterrumpidos esfuerzos y eficacia demostrados, fue a parar al banquillo de los acusados. ¡Se dice y no se cree! ¡Nadie pudo parar a las irrefrenables concupiscentes feministas catequizadas por Pablo Iglesias! Nadie quiso hacerlo; primero porque no existe persona alguna de buena voluntad que a priori sea capaz de reparar en que los desafueros del poder podrían desatarse en semejante avalancha. Y segundo porque todo cuanto tuvo lugar en ese proceso fue simbología aprovechada por Sánchez para que la investidura anduviera expedita, o sea, bastante menos sujeta a la observancia en la esfera pública, aún cuando en la sociedad política se debatió como una constante, pero siempre superada por el Caso Rubiales.

La primera intención era que en la esfera pública la mirada crítica de la oposición triunfadora en los comicios se viera relegada definitivamente a un rifirrafe anémico. Y aquí viene la segunda intención: sublimar el avance de las negociaciones del PSOE con los independentismos catalán y vasco, respectivamente, más la conjura al interior de la coalición frankenstein (Sánchez-Yolanda Díaz-Ionne Belarra), para buscar la exculpación de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, entre otros. El chivo expiatorio serían Rubiales y toda la dirección técnica del equipo femenino de fútbol de España. Nada como el sexo para desviar unas atenciones y centrar otras en el ámbito de lo público. El Lorca de La casa de Bernarda Alba, si viviera hoy, habría palidecido luego de constatar el modo en el cual las beatas feministas gubernamentales convirtieron el desborde de adrenalina de un terreno de fútbol en un escandaloso proceso judicial.

Por la puerta trasera de la corrupción

A inicios de 2024 salieron a la palestra las investigaciones de la UCO y las correspondientes imputaciones de parte del Tribunal Supremo ante la documentación palmaria en torno a hechos de corrupción vinculados fuertemente al PSOE: las detenciones del empresario Víctor de Aldama y Koldo García, asesor de José Luis Ábalos, ministro de transporte en el Ejecutivo anterior de Sánchez y entonces número dos del PSOE. Ábalos se halla sometido a un cerco judicial y, más recientemente, llegó la imputación del ex secretario general del PSOE, Santos Cerdán, quien desde hace casi dos meses se halla en prisión sin derecho a fianza. A estos sucesos adversos se unen la investigación al entorno más cercano del Presidente del Gobierno: Begoña Gómez y David Sánchez: mujer y hermano, respectivamente, de Pedro Sánchez, a quienes ya les ha sido dispuesto su propio sitio en el banquillo de los acusados.

Esos cinco días resultaron un fiasco en el cual no confió ni el más incrédulo de los españoles.

La primera brecha simbólica para estos acontecimientos fue el anuncio de cinco días de recogimiento claustral para el debate existencial del Presidente consigo mismo en relación con la encomienda que ha depositado en su figura el Congreso de los Diputados. Inmediatamente después llegaron la divulgación exagerada del nombramiento de la ministra Nadia Calviño como Presidenta del Banco Europeo y, acto seguido, a raíz de las Elecciones Europeas, se hizo exactamente igual con el nombramiento de la ministra Teresa Ribera en su condición de colaboradora cercana de la instancia más alta de la Unión Europea: nada como exaltar hasta el delirio la presencia del Ejecutivo progresista, feminista y europeísta en espacios altamente decisorios de la Unión Europea con la anuencia de algunos centros de poder europeos. Aquí debo hacer la salvedad de que los cinco días de recogimiento claustral, avalados por una comunicación pública en formato de una carta, han quedado como un remedo infame del talante romántico de Cyrano de Bergerac. Esos cinco días resultaron un fiasco en el cual no confió ni el más incrédulo de los españoles.

Hasta Gaza, más que en flotilla, en bicicleta

Pero 2025 ha traído la apoteosis de la producción simbólica sanchista. De inicio tuvimos la inauguración de un año en el cual se cumplen cinco décadas del fallecimiento de Francisco Franco. Sánchez se propuso -y lo anunció- doce meses de morboso devaneo antifranquista aupado por la sociedad civil con un soberano empuje académico, a través del cual científicos sociales de renombre comparecerían de muy buen grado a iluminar a la sociedad española en relación con la superación de la dictadura en tiempos de un gobierno progresista que ha trascendido el avance logrado por el Régimen del 78. Cuando faltan menos de tres meses para concluir 2025, el jolgorio por el desentierro patético de Franco no está resultando como lo pensó el Presidente del Gobierno.

Luego llegó la intervención gubernamental en la presidencia de Radio Televisión Española. A la sazón se produjo la salida al aire del programa "La Revuelta", en horario estelar, cuyo principal objetivo es disputarle terreno a "El Hormiguero", de innegable orientación antisanchista. En ese caso, la porfía es legítima. Lo que no tiene legitimidad alguna son los perfiles editoriales de los noticiarios de Televisión Española: condicionados todos por una adhesión manifiesta e imbatible al sanchismo. Para ello, nada más basta con tomar conciencia de la omisión inexcusable de cuanto está ocurriendo en Venezuela desde que Nicolás Maduro vapuleó las elecciones generales realizadas en el verano de 2024, en las cuales el candidato Edmundo González Urrutia resultó ganador por una mayoría absolutamente aplastante. Semejante omisión ha ido in crescendo, porque nada se menciona acerca de la presencia de la armada estadounidense frente a las costas de Venezuela como respuesta del gobierno de EE.UU. a la violación de sus fronteras marítimas y terrestres ante el envío continuado de narcóticos que ha estado realizando hasta hace poco más de un mes el Cartel de Los Soles.

Por último, hay dos nuevas muestras de manipulación llevadas a cabo por el discurso público del sanchismo: el primero es la utilización de la vuelta ciclista a España para expandir un discurso de reconocimiento del Estado de Palestina y de rechazo no solo a la avanzada cruel de la armada israelí sobre la franja de Gaza en busca de cada reducto de Hamás, sino a todo cuanto tenga relación con Israel. Después aparece la inflación desmesurada del sondeo de aceptación de votantes realizado por el CIS que coordina el sociólogo José Luis Tezanos, al servicio del Gobierno.

Patxi López, ha declarado que a los Juegos Olímpicos de 2026, de participar Israel, el gobierno español analizaría la participación de España.

La producción simbólica del sanchismo se afinca en el discurso público que vulnera y distorsiona eventos deportivos y culturales. La razón es una y muy poderosa: son eventos cuya adulteración o coartación no repercuten en el arbitrio del Poder Judicial. En cualquier caso, la estrategia es manipular burdamente a los colectivos sociales. A Sánchez no le sirve cualquier evento deportivo. Para sus propósitos han de ser torneos de élite: la Copa Mundial de Fútbol Femenino y la Vuelta Ciclista a España, por citar dos ejemplos fidedignos absolutamente actuales. Poco le importan la historia deportiva de los atletas, o los acuerdos a los cuales han llegado las autoridades deportivas de España con las naciones participantes. Tales indecencias le parecen poco al Gobierno, porque el diputado del PSOE y miembro del Gobierno, Patxi López, ha declarado que a los Juegos Olímpicos de 2026, de participar Israel, el gobierno español analizaría la participación de España. Este anuncio, cuando menos es de un totalitarismo atroz: por extemporáneo, pues recuerda el ditirambo que sostuvieron, en el crepúsculo de la Guerra Fría, EE.UU. y la URSS con sus respectivos boicots a las Olimpiadas de 1980 y 1984. Cuatro años después, Fidel Castro, en su olimpismo de político internacional, vetó la participación de la delegación cubana en los Juegos Olímpicos de Seúl con la más absoluta decisión de apoyar a Kim Il Sung, quien había impugnado ante el Comité Olímpico Internacional la decisión de entregarle a Corea del Sur la sede completa de la cita estival de 1988. A pesar de la Guerra Fría, esas tres arbitrariedades lógicamente no quedaron felizmente sostenidas en la historia. Aún así, Sánchez, quien padece un desinterés ético notorio, pretende reeditar tales torceduras macabras en el cierre del actual ciclo olímpico. Ni la pandemia de Covid-19 fue tan injusta con los deportistas y con los acuerdos entre países en el ámbito del deporte.

El escenario en el cual Sánchez pone en juego sus emblemas contraculturales es, mayormente, el ocio, es decir, la cultura artístico-literaria y el deporte. Esos han sido, hasta el momento, tres de los espacios para camuflar las distorsiones que genera al frente de la legislatura frankenstein: cosas de la izquierda: incapaz de generar riqueza material pero, eso sí, ducha en la teoría del desdibujamiento de lo simbólico en el ámbito de lo público.


Valencia, España, octubre de 2025.



Comentarios

  1. Buen análisis, muy integral, de variados acontecimientos concatenados que han desembocado en la situación de un Gobierno y un Presidente en los estertores de una etapa complicada de la historia de España.

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