Linda tarde en familia

 -¡Pelotón, atención! -ordenó el general a cargo-. ¡Presenten armas! ¡Apunten! ¡Fuego!

La carga de fusilería derribó al reo, cuya condena a muerte databa de un mes escaso. Las cavilaciones judiciales en torno a ella jamás lograron rebasar la fase del autoritarismo. El general se acercó al cadáver y, sin pensarlo ni mirar más de lo que el ojo director requirió, ejecutó el tiro de gracia. Rápidamente se irguió, dio media vuelta, guardó la pistola y con su acostumbrada prestancia se dirigió al militar de graduación media que había cumplido la misión de grabar la ejecución. A una mirada fija del general, el realizador asintió con la cabeza en señal de misión cumplida y le entregó el vídeo. Acto seguido, el general dio órdenes para que se recogiera el cadáver y se limpiara el lugar.

Foso de los Laureles,
Fortaleza de La Cabaña, La Habana, Cuba.

Ya en el jeep no pronunció palabra; los subordinados que viajaban con él mucho menos; del mismo modo el chófer, también militar pero de baja graduación. El general miraba al frente todo el tiempo. Por su mente pasaban las imágenes de media vida junto al ejecutado: igualmente un general con el que realizó misiones de guerra y guardó secretos confiados por el presidente de la república. Por su vista pasaron también encuentros festivos y familiares dentro del generalato. Ahora se dirigía a la casa presidencial para dejar constancia audiovisual de misión cumplida.

Al llegar fue recibido de inmediato por el presidente. No mediaron palabras, únicamente la entrega del vídeo que documentaba el cumplimiento de la sentencia. El presidente le dispensó un breve saludo de despedida y abordó nuevamente el jeep, ahora con destino a su casa. Era un domingo caluroso de finales de julio y en su condición de patriarca de la familia tenía compromiso con su esposa, en edad ubicada en el inicio de la madurez, y con sus hijos, quienes habían comenzado a salir de la adolescencia.

Lo recibió casi en la puerta su esposa, muy sonriente, pues ya tenía preparado un suculento almuerzo. Presidió la mesa. Comió con apetito. Escuchó el anecdotario semanal de sus dos hijos. Asintió en relación con los planes futuros de cada uno. Finalmente, sonrió de buena gana luego de algún chiste surgido de manera espontánea. Bebió buen vino. La esposa tenía, de sorpresa, un exquisito dulce casero en almíbar.

Al terminar el almuerzo, tomó café y le ordenó a la familia darse cita en la sala de la casa para ver, una vez más, una de las películas de su cineasta preferido: Charles Chaplin. Durante poco más de una hora, en la sala se escuchó, muchas veces, un coro de carcajadas a mandíbula batiente.


Emilio Barreto Ramírez

Valencia, España, agosto de 2023.


Nota:

Este cuento está incluido en mi libro Tan seguro como el tiempo, publicado por la Editorial Diversidad Literaria, Madrid, 2024.

Comentarios

  1. Escalofriante! Cómo puede cumplir con su miserable trabajo y luego disfrutar de la vida sin remordimientos? Muy bien narrado. Se parece a una historia de vida o quizás a muchas que no se olvidan.

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  2. Se parece mucho a una historia muy conocida por los cubanos de mas de cuarenta y cinco años. Pero, da igual, el hecho se repite en todos los regimenes totalitarios, cuando las cuaotas de poder se ven amenazadas.

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    1. Impresionante, un cuento muy bien detallado con una tristeza enorme.

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  3. Tal y como ya he visto escrito. Breve y GENIAL!!!!

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