La ineficacia colectiva de la desmesura individual

 Por Emilio Barreto Ramírez


Suele decirse, con apreciable recurrencia, que en determinadas circunstancias -por lo general adversas- es absolutamente preciso pensar con cabeza fría. Ese término ha convocado al pensamiento social moderno. Kant, completamente absorto en su imperativo categórico, se refirió a la existencia de un yo orgánico (o yo consciente) que era preciso ocupara en la existencia individual una centralidad capaz de subordinar a unos cuantos yo pequeños -acaso vinculados al ego y a pequeñas anomalías que tienden a constituir condicionantes en la configuración de la personalidad del sujeto individual. Para Kant, el sujeto imbuido de moralidad ascendente debía estar siempre dispuesto a activar los resortes del yo orgánico ante cualquier avalancha pasional de los pequeños yo canalizadores del desorden de la razón.
Jacques Maritain
Embajador de Francia ante la Santa Sede entre 1945 y 1948. Fue un político comprometido en la resurrección de Francia como potencia mundial.

Ciento cincuenta años después, en medio del panorama de sumisión, acoso, defenestración y muerte establecido por el nazismo, el fascismo, el falangismo, el imperialismo militarista japonés y el stalinismo, una hornada de pensadores de Europa Occidental asumió como encargo social la estructuración de una corriente teórica que escrutara en la comunicación como recurso privilegiado para intentar la disminución de los desafueros de la pasión: por mucho, la metodología desmesurada que los nacionalismos extremos pusieron en función de justificar toda clase de discriminación, hasta llegar al genocidio expandido sobre la base de la eugenesia (en el caso de los nazis) y de subordinar la negociación política a los dictados de la ideología (en el caso del fascismo italiano y del stalinismo). Ante la avalancha del totalitarismo, la cuestión era privilegiar la presencia del en el yo. Tal perspectiva ponía en la esfera pública todo un pensamiento creciente imbuido de moralidad interesado en la inclusión del prójimo como ser determinante en el ámbito de lo público. Esos filósofos de feliz memoria fueron, entre otros, los franceses Enmanuel Mounier y Jacques Maritain, el belga Paul Ricoeur y el español Julián Marías. Esta lista de apóstoles reivindicadores de la naturaleza humana es justo ampliarla con los nombres de los franceses Enmanuel Levina y Gabriel Marcel, el axiologista alemán Romano Guardini (hijo de italianos), el polaco Karol Woityla (quien después fuera Juan Pablo II) y el alemán Joseph Ratzinger (más tarde Benedicto XVI). De ese grupo, al menos tres llegaron a ser políticos de renombre: Jacques Maritain en la Francia de Charles De Gaulle, más Juan Pablo II y Joseph Ratzinger como Sumos Pontífices de la Iglesia católica. Al primero le correspondió un protagonismo absoluto como mediador en conflictos regionales y globales. El más latente en la memoria fue la negociación política para evitar una guerra entre Chile y Argentina, cuya proporción regional todavía hoy es incalculable; al segundo se le reconoce la creación de un sendero de reencuentro bastante claro entre la Santa Sede y la Teología de la Liberación en América del Sur.

San Juan Pablo II
Sumo Pontífice de la Iglesia católica entre 1978 y 2005. Considerado uno de los políticos internacionales más influyentes de las últimas décadas. En la segunda mitad de la década de 1980, a petición del General Augusto Pinochet, resolvió satisfactoriamente un conflicto de alcance bélico inminente entre Chile y Argentina.

El Personalismo exhibe una fuerte inspiración cristiana que ha sabido dialogar perfectamente con el secularismo: apoyatura esencial para cualquier doctrina que procure activarse en el centro de la constitucionalidad y el republicanismo que felizmente fundó Francia para inaugurar la Era Moderna. En aquella encrucijada formulada por el totalitarismo y cristalizada con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, el Personalismo planteó el dimensionamiento de las razones del cerebro por encima de las del corazón. Eran instantes más que nacionales: regionales pudiera decirse, que en un santiamén se transformaron en globales. Tal y como le está ocurriendo al mundo en este preciso momento de guerra imperial en Europa Central, de limpieza étnica en el Oriente Próximo -aún cuando Israel de inicio se vio en la necesidad de responder ofensivamente la acción terrorista de Hamas- y de guerra comercial en el corazón del Primer Mundo. Estamos viviendo un panorama político que, para ser juzgado desde la perspectiva individual requiere estrictamente que cada persona de buena voluntad se pregunte si alguna vez le pasó por la mente que pudiese verse sometida a semejante realidad y a cuál fin conducen los recursos políticos de facto. La pregunta en cuestión, con toda seguridad, llevarán al autointerrogado al menos a intentar decidir entre el bien y el mal, esto es, entre lo sensato y lo irracional.
Torcuato Fernández de Miranda
Jefe de Gobierno en España tras el fallecimiento del General Francisco Franco.
Político de habilidades sorprendentes: asesor directo del rey Juan Carlos I de Borbón y uno de los principales artífices de la transición democrática española.
No son ejercicios políticos sensatos ni la guerra de Putin (que no de Ucrania), ni las inconstitucionalidades a repetición de Trump, las cuales -dicho sea de paso- auguran un cuatrienio plagado de arbitrariedades hasta llegar a la autocracia como consecuencia de un inusual y abyecto populismo de derechas en el corazón del propio Estados Unidos de América. Como si ya el hemisferio occidental no haya tenido de sobra con las letanías simbólicas y la ineptitud económica manifiesta en los populismos de izquierda. Pero las arrogancias desmesuradas de Trump son mucho peores, porque se trata del hombre más poderoso del mundo y su política esperpéntica rápidamente se extrapola a la arena internacional. Lo afirmo aunque la frase resulte dolorosa para los todavía entusiastas seguidores de semejante advenedizo en el ámbito del servicio público.
La obcecación imperial de Putin y el desprecio de Trump por todo cuanto se halle fuera de lo que él considera las fronteras de Estados Unidos, son peores que las estrategias políticas más torcidas de la Guerra Fría cuando las hubo. La Guerra Fría fue un largo e intenso período en el cual, por cierto, la prudencia y el respeto frente al enemigo llegó a constituir un recurso muy bien empleado por las entonces dos superpotencias militares del Planeta. Pero en aquellas décadas de feroces tensiones el mundo estaba liderado por políticos con mucha clase: conscientes de la tarea que les concernía en relación con la convivencia y el sostenimiento de la paz mundial a pesar no de la adversidad, sino de la enemistad y de las contadas zonas beligerantes que se podían suscitar, todas vigiladas muy de cerca precisamente por las superpotencias mundiales. Se trataba de una Guerra Fría diseñada para que ejerciera presiones inclaudicables y para contender en el ámbito de la hegemonía mundial. Nada más en una ocasión el mundo se vio sentado en el borde del precipicio que colindaba con el abismo nuclear. Aquella crisis política de octubre de 1962 fue superada y con ella la lección perfectamente aprendida.
Joaquín Balaguer
Primer presidente de República Dominicana tras la muerte del General Rafael Leónidas Trujillo. Fue el desenredador de la sociedad política dominicana después de la caída de la dictadura trujillista. Evitó una intervención del Ejército de los Estados Unidos en la República Dominicana.
Se extrañan aquellos políticos no sólo eruditos, también sabios. El mundo está pasando por una crisis de liderazgo político y social. Basta detenerse brevemente en las desabridas negociaciones que se llevan a cabo en la Unión Europea. O en el alud de decretos de depredación social que marcan la gestión de Donald Trump en sus primeros cien días de gobierno para tomar conciencia de cuánto puede llegar a añorarse el talante de los políticos que resolvieron conflictos tales como la clausura de la Segunda Guerra Mundial, la fundación del Estado de Israel, el desmontaje del colonialismo en Asia y en África en la década de los sesenta, la firma de los tratados para la reducción de los misiles de mediano y corto alcance, en 1987, la reunificación de Alemania, la transición democrática en la España de 1978, por citar unos pocos ejemplos.

La cuestión hoy radica en saber decidir, sensatamente, entre el bien y el mal a través de la puesta en práctica de las razones del cerebro, no las del corazón. Es decir, las razones que dejan percibir con claridad la importancia de la negociación política tan por encima de cualquier reclamo decrépito en el ámbito de lo ideológico, a la postre en desuso en este mundo que, después de la horrorosa pandemia de Covid-19, se nos muestra estricta y fugazmente temporal y, por encima de todo, infelizmente nada trascendente en cuestiones de metarrelatos.   

Comentarios

  1. Muy buena reflexión, querido Profe y amigo. Un abrazo

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  2. Muchas gracias, Emilio.
    No creo, sin embargo, que Israel esté haciendo una limpieza étnica en Gaza. Israel abandonó ese territorio en 2005, aunque es verdad que le mantuvo la soga al cuello tras la victoria de Hamás en 2006. Israel no ha disparado a la Franja en estos años como no sea en respuesta a los ataques de Hamás y Yihad Islámica. El 6 de octubre de 2023 no estaba bombardeando ni "limpiando étnicamente" nada. Lo asombroso es cómo, a pesar de la destrucción imaginable que conllevaría la respuesta israelí, Hamás tomó rehenes y los mantiene en su poder, a pesar de tanta muerte y destrucción contra los suyos. Es el mal impenitente, irredento, persistente. Se le pueden criticar muchas cosas a Netanyahu, pero una limpieza étnica en este caso particular no es probablemente lo que desee.

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  3. Muy buen artículo como siempre, profundo y.bien razonado. Por poner una pega coincido con Luque en cuanto a la no limpieza étnica de Israel a Hamás no es lo mismo que hace la República Popular China con el pueblo uigur por ejemplo.

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  4. Magnífico artículo, una reflexión muy profunda sobre un tema muy interesante y actual . Gracias

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